miércoles, 9 de abril de 2008

Produce me !

Hubo un tiempo en que era reacio a valorar de forma positiva la labor de los productores musicales porque entendía que su labor consistía en “manipular” las canciones de los músicos de la misma manera que se mostraba en la película “Josie And The Pussycats” (2001), un remake del clasico cartoon de Hanna Barbera, donde las canciones pasaban por un filtro maligno para añadirles mensajes consumistas que eran captados por los oídos de todos los jóvenes que utilizasen cierto modelo de auriculares comercializados .
Vaya, un auténtico lavado de cerebro para las masas.
Seguí viviendo con esos prejuicios hasta que empecé a interesarme por los compositores del Brill Building (Carole King, Ellie Greenwich, Gerry Goffin, Barry Mann,...) del sello Red Bird, propiedad del productor George “Shadow” Morton, y ¡cómo no!, del Wall Of Sound de Phil Spector.
Desde entonces encontré en ellos a algo más que a excéntricos tiranos capaces de sacar una pistola en el estudio de grabación para obligar a los músicos a seguir tocando hasta encontrar la toma perfecta. A partir del acercamiento al mundo al de los arreglistas musicales - Nino Tempo, Jack Nitzsche, Bob Crewe,…- comencé a apreciar la sustancia y los matices que toman las canciones tras pasar un filtro ajeno al de su compositor.
Ahora es cuando digo que el éxito alcanzado por el nuevo disco de Amy Winehouse tiene mucho que ver con los métodos de grabación utilizados por aquellos pioneros y que la figura del productor, cómo profesional encargado de realzar y mezclar las voces e instrumentos presentes en cada canción, es cada vez más necesaria a no ser que el músico y compositor sea un fuera de serie.
En caso de duda, pregúntense cual hubiera sido el resultado de los discos de The Beatles sin George Martin, de Bruce Springsteen sin Jon Landau, de Aretha Franklin sin Jerry Wexler, de Buddy Holly sin Norman Petty o de Michael Jackson sin Quincy Jones.

[galego] Houbo un tempo en que era reacio a valorar de forma positiva o labor dos productores musicais porque entendía que o seu labor consistía en manipular as cancións dos músicos do mesma xeito que se mostraba na película “Josie And The Pussycats” (2001), un remake do clasico cartoon de Hanna Barbera, onde as cancións pasaban por un filtro maligno para engadirlles mensaxes consumistas que eran captados polos oídos de todas os mozos que utilizasen certo modelo de auriculares comercializados pola marca x. Vaia, un auténtico lavado de cerebro para as masas.
Seguín vivindo con eses prejuicios ata que empecei a interesarme polos sons do Brill Building, do selo Red Bird propiedade do productor George “Shadow” Morton, e ¡como non!, do Wall Of Sound de Phil Spector. Desde entón atopei neles a algo máis que a excéntricos tiranos capaces de sacar unha pistola no estudo de grabación para obrigar aos músicos a seguir tocando ata atopar a toma perfecta.
A partir do achegamento ao mundo dos arreglistas musicais - Nino Tempo, Jack Nitzsche, Bob Crewe,…- comecei a apreciar a sustancia e os matices que toman as cancións tras pasar un filtro alleo ao do seu compositor. Agora é cando digo que o éxito alcanzado polo novo disco de Amy Winehouse ten moito que ver cos métodos de grabación utilizados por aqueles pioneros e que a figura do productor, como profesional encargado de realzar e mesturar as voces e instrumentos presentes en cada canción, é cada vez máis necesaria a non ser que o músico e compositor sexa un fóra de serie.
En caso de dúbida, pregúntense cal fose o resultado dos discos de The Beatles sen George Martin, de Bruce Springsteen sen Jon Landau, de Aretha Franklin sen Jerry Wexler, de Buddy Holly sen Norman Petty ou de Michael Jackson sen Quincy Jones.

No hay comentarios: